40 Días y 40 Noches ("Relatos de Cuarentena")

Luego de pasar 40 días, 3 horas, 5 minutos y 2 segundos en cuarentena voluntaria salí de mi hogar para ir a dar una vuelta. El mundo era un lugar nuevo. Distinto. Muy distinto. Todo transcurría muy despacio, como en cámara lenta. Con los guantes de látex y la máscara puesta salí del edificio y caminé un par de metros. Respiré el aire más puro jamás respirado en mucho tiempo. -Ahaaaa -exhalaba. Me detuve solo para contemplar aquel momento. La última vez que había salido todavía era verano. Parecía como si no hubiese caminado en años. Mientras tanto otoño hacía lo suyo con el viento en el rostro y las hojas cayendo. Todo era nuevo, puro, bendito, fresco. La escena y la salida todavía la tengo grabada. Aprovechando el impulso me aventuré a ir al parque. Poca gente había en las calles. Solo algunos deportistas y otra gente. Los más felices eran los árboles. Se le notaba en su brillo. Parecían recién pintados por el divino. Seguí caminando, bien precavido. Alejado de la gente, dos metros de distancia mínimo. Cada uno en su mundo. "Separados por el cuerpo pero unidos en espíritu".
Volví luego de un rato. La salida
de dos horas pasó volando. Y es que cuando estas completamente absorto en la
escena, las leyes del mundo se comportan distinto. Más que cierta la famosa
teoría. A la noche me senté a meditar unos momentos. Revisé mi proceso estos 40
días. Algunas costumbres dejadas atrás, una que otra cualidad adquirida. Algunos
talentos reencontrados, y otros hábitos que ya no tienen cabida. Ejercitar el
cuerpo a través del tai chi y ordenar las ideas en un cuaderno me han sido de
gran utilidad estos días. Mi objetivo no era alcanzar el Nirvana como le ocurrió a don Siddharta Gautama, ni obtener alguna
revelación divina. Solo quería descubrir que ocurre cuando un joven aprende a
estar en comunión consigo mismo y con su propia energía. Y en ese camino no
excepto de dificultades aprendes a encontrar la calma y la tranquilidad. La paz
se vuelve una decisión voluntaria. No es requisito ir a buscarla a la China. Nuestro
tiempo en este mundo es finito. ¿Habrá un propósito mayor que utilizarlo para
crecer interiormente y compartir con otros seres los frutos de aquella alegría?